Florence Foster Jenkins, la peor cantante de ópera de la historia.

Cuando hablamos de músicos, quizás una de las primeras cualidades que se nos vienen a la cabeza sea el talento. Damos por hecho que cualquier persona que se atreva a subir a un escenario posee talento, quizás innato o adquirido, que ha facilitado su trayectoria y que contribuye día a día a su progreso. 

Sobre todo en el mundo de la música clásica, gran parte de la sociedad piensa que sin talento no hay músico. Esta visión es, como poco, curiosa, teniendo en cuenta que, a día de hoy, muchos de los artistas que llenan estadios por todo el mundo no podrían considerarse talentosos, al menos musicalmente hablando (las maravillas de la tecnología, por supuesto). El concepto de talento ha mutado de tal manera, que a día de hoy es fácil ver a cantantes mediocres vendiendo millones de discos, y a genios musicales muriendo en el más absoluto olvido.

Sorprendentemente, también existen casos de esta paradoja dentro de la música clásica. Uno de los más conocidos sin duda alguna es el de Florence Foster Jenkins, conocida por muchos como la peor cantante de ópera de la historia. Y os puedo asegurar que no es para menos.

La historia de esta mujer estadounidense es el claro ejemplo de que el amor y el dinero hacen ciegas (y sordas) a las personas.

Florence nació en 1868 dentro de una familia americana muy acomodada, y desde pequeña recibió lecciones musicales. Intentó continuar sus estudios de forma más profesional, pero tras la negativa de su padre se fugó con el que sería su marido hasta 1902, Frank Thornton Jenkins. Hasta 1909 se ganó la vida como profesora de música y pianista, hasta la muerte de su padre, de quién recibió una importante herencia.

Ya liberada de obligaciones laborales, comenzó a recibir clases de canto, intentando labrarse una carrera musical. En 1910 conoció a Clair Bayfield, quien se convertiría en su mánager y compañero sentimental. En 1912 da su primer concierto público, en el Club Verdi, del cual ella era su principal mecenas.

La actuación fue un éxito absoluto, al igual que el resto de los conciertos que dio en vida. El público era muy consciente del poder económico de Florence, por lo que resultaba más rentable alabar sus cualidades como cantante a cambio de una generosa donación. Sin embargo, los críticos musicales de la época no tuvieron ningún reparo en dejar constancia de su falta de talento en los periódicos locales, por lo que Florence optó por prohibirles la entrada a sus conciertos.

Acompañada por su pianista Cosme McMoon, realizó numerosos conciertos en Filadelfia y Nueva York durante 32 años, e incluso llegó a grabar tres discos, gracias a los cuales su talento ha quedado inmortalizado para siempre. En estas grabaciones, que vuelven loco a cualquiera que conozca las obras originales que intenta cantar, podemos percibir claramente su falta de oído, sentido del ritmo y musicalidad. Sorprende que las entradas de sus conciertos se agotaran a los pocos días, quizás por el morbo que suponía escucharla en directo. 

Florence se atrevía con cualquier obra del gran repertorio operístico, o más bien lo intentaba, tal y como podemos escuchar en este vídeo:



Aquí la obra original, tal y como la escribió Mozart:



Existen por internet muchos más ejemplos de sus habilidades musicales, e incluso a día de hoy puede comprarse uno de sus discos, titulado curiosamente The Glory (????) of the Human Voice.



¿Cómo es posible que alguien con tan poco talento llegara tan lejos en el mundo de la música? La respuesta es muy sencilla: el dinero compra hasta a los oídos más exigentes. Además, el ser humano es morboso por naturaleza, así que seguramente la mayor parte de su público serían personas que querían comprobar por si mismos si realmente cantaba tan mal. Una mezcla entre interés, morbo y deseos de complacer a una mujer rica y con influencias en el mundo de la música.

Lo que está claro es que Florence Foster Jenkins hizo lo que quiso y como quiso, sin dejarse llevar por las críticas, e incluso llegó a actuar en el Carnegie Hall poco antes de su muerte. Murió con 76 años, algunos dicen que absolutamente convencida de su talento como cantante.

En 2016 se estrenó Florence Foster Jenkins, una película que cuenta los últimos años de vida de esta peculiar mujer, protagonizada por Meryl Streep, Hugh Grant y Simon Helberg (sí, Howard Wolowitz en Big Bang Theory). Aunque se toma ciertas licencias artísticas, es un buen punto de partida para conocer su vida y su forma de ver la música.



(Si alguna vez queréis torturar a alguien, encerrarle en una habitación con la discografía de Florence Foster Jenkins sonando en bucle).




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